La historia ilusoria de una economía fuerte y una inflación a la baja

La favorable evolución de la inflación en los últimos meses, que se ha visto compensada por una intensa corrección de los mercados, empieza a tomarse en vano.

La fortaleza de la economía

Las nuevas estadísticas económicas publicadas desde principios de año muestran que la economía occidental sigue siendo fuerte. El mercado laboral es robusto, el consumidor gasta, las empresas apenas despiden, las ventas corporativas crecen saludablemente y los beneficios se corrigen poco.

Los representantes de las empresas son cada vez más optimistas sobre las perspectivas económicas futuras, según los sondeos y encuestas como el PMI. Los mercados de renta variable están en números verdes y los rendimientos de los bonos llevan bajando desde finales de 2022. En conjunto, todo ello dibuja un panorama de una economía resistente que está lejos de cualquier versión de recesión. Todo ello a la luz de una inflación en continua caída desde sus máximos de los últimos meses. La situación parece de color de rosa, no hay recesión, la inflación se dirige hacia el objetivo del 2%, los tipos de interés seguramente bajarán a finales de este año.

Conciencia

Sin embargo, los mercados ignoran un hecho fundamental avalado por los datos históricos y la teoría económica. El debilitamiento de la inflación depende del debilitamiento de la actividad económica. En otras palabras, parece improbable que la inflación pueda controlarse hasta el objetivo del 2% sin una desaceleración significativa de la economía. Más aún cuando la desinflación hasta la fecha se ha visto impulsada en gran medida por la caída de los precios de la energía, que no continuará por mucho tiempo. El estímulo monetario y fiscal sin precedentes tras la pandemia ha creado las condiciones para un entorno de crecimiento extremo. Los precios de los activos se dispararon, la riqueza de la gente se multiplicó, las empresas no pudieron seguir el ritmo de la demanda, los beneficios se dispararon y la actividad económica explotó al alza.

Un efecto secundario de este experimento es (muy previsiblemente) la elevada inflación, que es la más alta de las últimas décadas. No hay que subestimar el aumento del nivel de precios, ya que si se descontrola podría crear una "espiral de la muerte" que tiene el potencial de desentrañar todo el sistema económico. La buena noticia para las economías desarrolladas es que los bancos centrales independientes nunca dejarán que se llegue tan lejos, cueste lo que cueste. Disponen de herramientas eficaces para hacerlo.

La mala noticia es que es probable que tengan que frenar considerablemente la economía actual. Si la inflación fue causada por un periodo de actividad económica extremadamente alta, entonces se necesita una actividad económica baja o negativa para que la inflación vuelva a un nivel aceptable. Cuanto más pronunciada sea la desaceleración, más rápido volverá la inflación a la normalidad.

El mercado de renta fija empezó a darse cuenta de este hecho tras una serie de datos que apuntaban a una economía robusta este año: desempleo en mínimos históricos, contratación incesante, crecimiento salarial fuerte aunque decreciente, fuerte actividad de los consumidores y sus elevados ahorros, precios de los insumos en las empresas que siguen subiendo significativamente y precios de los activos en alza. Como resultado, los rendimientos de los bonos se han disparado hacia el norte en las últimas semanas, con el bono del Estado estadounidense a 10 años rindiendo ahora el 3,95% y el de 2 años el mayor rendimiento de este ciclo, con el 4,73%. El dólar estadounidense también ha empezado a fortalecerse. La concienciación de los inversores es lo siguiente y, como sabemos, los inversores minoristas que han liderado el rally bursátil desde principios de año suelen ser los últimos en vender (en mínimos) y los últimos en comprar (en máximos). Esto supone un riesgo para la actual valoración relativamente rica de los títulos de renta variable en Europa y Estados Unidos. Curiosamente, los inversores institucionales no están invirtiendo mucho por el momento, sino más bien esperando. Así pues, el reciente repunte es principalmente obra de inversores particulares.

¿Y ahora qué?

La lógica dice que los banqueros centrales endurecerán ahora su política. Esto podría llevar los tipos de interés muy por encima del nivel del 5,1% previsto hasta ahora como valor terminal para los tipos de interés estadounidenses. De hecho, si esto no ocurre y los efectos de las subidas de los tipos de interés hasta ahora, que aún no se han dejado sentir en la economía, resultan insuficientes, la inflación quedaría anclada en la economía. Deshacerse de esa inflación es mucho más doloroso. Así pues, los bancos centrales tienen que elegir: o bien pasan por un periodo de dolor breve pero intenso, o bien deciden alargarlo durante años hasta que la inflación se asiente en el objetivo del 2%. Sabremos qué eligen, si es que eligen algo, en las próximas reuniones. La Fed estadounidense se reunirá el 21 de marzo y el Banco Central Europeo el 16 de marzo.


Tenga en cuenta que esto no es asesoramiento financiero.


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